sábado, 28 de febrero de 2015

El pez y las piedras


“Mientras escuchaba los gritos que acusaban a mi madre y la sentenciaban a muerte, yo miraba aterrada desde mi lugar a esa gente llena de odio que la juzgaba hasta que me detuve en un hombre que parecía estar ausente de esa situación como si no le importase nada más que aquello que escribía con sus dedos en la tierra.
En forma repentina se levantó del suelo, alzó sus manos y con palabras que no comprendí hizo callar a los que querían apedrear a mi madre quienes luego tuvieron que retirarse.
Ella se abrazó a los pies de ese hombre en señal de agradecimiento pero él parecía no querer eso. Yo alcancé a oír algo sobre condenar mientras me acercaba a aquello que había escrito, o dibujado en realidad, porque esa figura parecía ser un simple pez.
Ahora que pasaron los años y estamos en esta oscuridad hace tanto las dos, ya no temo confesar que ese dibujo en la tierra cambió nuestra vida; ese dibujo que usamos para identificarnos en secreto los que elegimos seguirlo a él que hace tiempo murió pero volvió.
“Ichtys, pez en griego” me explicó un día Paulo, que era muy sabio. En cada letra de esta palabra se escondía otra que nos decía quién era esa persona por la cual hoy estamos todos aquí esperando que vengan a buscarnos.
Quizá alguien descubra esto que escribo y pueda lograr que se conozca su nombre y se mantenga vivo para siempre como nos pidió a nosotros que hiciéramos. Quizá alguien encuentre todo esto y sepa que el dibujo que nos unió en lo secreto en este mundo, nos unirá en el cielo.
 Se oyen pasos y ruido de cadenas. Ya vienen por nosotros”.
-Jamás pensé que podríamos encontrar este testimonio de los primeros cristianos. Una pared de piedra escrita por completo- dijo Victoria mientras miraba con asombro cada parte de la pared escrita.
- Un pez. Una palabra en griego. No logro ver la relación- se lamentó el fotógrafo.
-“Iesous Christos theous yios soter”, Icthys es un acrónimo de Jesucristo, hijo de Dios y Salvador. Así se identificaban al principio en secreto, aclaró la mujer.
-Creí que eras atea- le dijo el hombre mirando algo que brillaba en el cuello de su compañera.
Un rayo de sol que entraba por un hueco iluminó la medalla con el dibujo de un pez que brillaba inmensamente.
Recogieron las cosas que los identificaba como periodistas y salieron de la prisión que los conducía a lo que había sido la arena de un circo romano.






miércoles, 4 de febrero de 2015

"El ángel de la muerte y el rey de Israel" en Las mil y una noches (Anónimo)



Se cuenta de un rey de Israel que fue un tirano. Cierto día, mientras estaba sentado en el. Trono de su reino, vio que entraba un hombre por la puerta de palacio; tenía la pinta de un pordiosero y un semblante aterrador. Indignado por su aparición, asustado por el aspecto, el Rey se puso en pie de un salto y preguntó:

-¿Quién eres? ¿Quién te ha permitido entrar? ¿Quién te ha mandado venir a mi casa?

-Me lo ha mandado el Dueño de la casa. A mí no me anuncian los chambelanes ni necesito permiso para presentarme ante reyes ni me asusta la autoridad de los sultanes ni sus numerosos soldados. Yo soy aquel que no respeta a los tiranos. Nadie puede escapar a mi abrazo; soy el destructor de las dulzuras, el separador de los amigos.

El rey cayó por el suelo al oír estas palabras y un estremecimiento recorrió todo su cuerpo, quedándose sin sentido. Al volver en sí, dijo:

-¡Tú eres el Ángel de la Muerte!

-Sí.

-¡Te ruego, por Dios, que me concedas el aplazamiento de un día tan sólo para que pueda pedir perdón por mis culpas, buscar la absolución de mi Señor y devolver a sus legítimos dueños las riquezas que encierra mi tesoro; así no tendré que pasar las angustias del juicio ni el dolor del castigo!

-¡Ay! ¡Ay! No tienes medio de hacerlo. ¿Cómo te he de conceder un día si los días de tu vida están contados, si tus respiros están inventariados, si tu plazo de vida está predeterminado y registrado?

-¡Concédeme una hora!

-La hora también está en la cuenta. Ha transcurrido mientras tú te mantenías en la ignorancia y no te dabas cuenta. Has terminado ya con tus respiros: sólo te queda uno.

-¿Quién estará conmigo mientras sea llevado a la tumba?

-Únicamente tus obras.

-¡No tengo buenas obras!

-Pues entonces, no cabe duda de que tu morada estará en el fuego, de que en el porvenir te espera la cólera del Todopoderoso.

A continuación le arrebató el alma y el rey se cayó del trono al suelo.

Los clamores de sus súbditos se dejaron oír; se elevaron voces, gritos y llantos; si hubieran sabido lo que le preparaba la ira de su Señor, los lamentos y sollozos aún hubiesen sido mayores y más y más fuertes los llantos.