domingo, 7 de junio de 2015

Cumbres eternas

En la década del 90 mi vida adolescente se basaba en mirar telenovelas. No fue casual que cada fin de ciclo escolar yo tuviera varias materias desaprobadas. Hecho más que esperable ya que vivía en una realidad que no era la mía sino la de los personajes que de reales no tenían nada. 
En el año 92 canal 13 emitía una telenovela llamada Encadenados que fue la mejor que vi en mi vida. Escenarios naturales, una pareja de jóvenes casi salvajes que no sabían de límites, la ambición, violencia y tantos otros ingredientes que la hacían muy especial. En esa época no teníamos tele a color. Suena raro pero es así. No teníamos. La vida en la pantalla pasaba en blanco y negro y nos tocaba adivinar los colores que la formaban, los colores que vestían a los protagonistas.

Una tarde me enteré que esa telenovela era una adaptación de Cumbres borrascosas de Emily Brontë, Con enormes ansias y con pocas esperanzas de que mi economía pudiese alcanzarla, me lancé en la búsqueda de esa novela. 
Pocas librerías en Lanús en ese entonces, yo no viajaba sola a capital y los libreros me decían que solo me la podían ofrecer en inglés. Entonces yo volvía desanimada y pensando que nunca iba a leerla (internet no existía, ni pensar en la virtualidad en esa época) hasta que imaginando el "no la tengo", entré a una librería muy chiquita atendida por un señor muy viejito que me aseguró que la tenía pero en su casa: "vení mañana que te la traigo".
Fui. Claro que fui. Recuerdo que tenía diez pesos para comprarla; hace 23 años con esa plata podíamos comprar libros. Aunque, pensaba, si no se conseguía, seguramente me iba a costar muy caro.
"Si, te lo traje. Dame nueve pesos y listo". La felicidad era ese momento. Tanto tiempo buscando un libro sin esperanzas y de pronto lo tenía en mis manos. No hubo emoción más grande.
Tres horas me alcanzaron para leer los treinta y cinco capítulos. Tres horas en las que Heathcliff y Catherine se convirtieron en personajes fundamentales en el mundo imaginario de mi adolescencia. Pude imaginar sus caras, sus voces, sus actitudes. Pude recorrer el páramo de Gimmerton en Yorkshire y sentir la desesperación de Heathcliff y sus deseos de venganza. Odié a Catherine y la culpé de toda su desgracia. Y qué decir de la violencia de Joseph y Hindley, del cariño incondicional de Ellen...cada personaje tuvo vida y la recobra cada vez que la leo.
Umberto Eco hablaba de los huecos que se rellenan cuando uno relee y es cierto: siempre se encuentran cosas nuevas aunque nada cambie.
 Los personajes de los libros no mueren, aunque mueran. Los libros nos permiten vivir en mundos imaginarios en los que podemos ser protagonistas, en los que podemos vivir una y otra vez.
Un alumno me dijo un día que los libros nunca iban a ganar ante la tecnología pero yo me atrevo a decir que son ellos en sus páginas, en sus ficciones, con sus personajes y sus historias los que nos pueden salvar aunque la vida se viva delante de una pantalla.