sábado, 27 de junio de 2015

TRIBULACIÓN




¿Cómo pudo haber sucedido? ¿Cómo pude dudar de las palabras que yo mismo proclamaba?

No creí en sus promesas. No creí en mis palabras y, sin embargo, la gente me creyó. 

Me di cuenta de lo que pasaba en el mismo instante en que vi que casi la totalidad de la gente que aquí estaba y me escuchaba, ¡me escuchaba! había desaparecido dejando sus pertenencias en los asientos. 

Espero que se entienda: no se fueron de la iglesia. El Señor vino a buscarlos como prometió en Su Palabra. 

Años de mi vida dedicados a proclamar 1 Tesalonicenses 4:13-18, años pidiendo a la gente el arrepentimiento para poder ser parte de lo que Dios tenía preparado para sus hijos sin tener yo nada de la fe que estaba reclamando.

¿Qué me queda ahora que estoy solo con un puñado de otros que también dudaron? ¿Qué me queda ahora que Sofía y Paulita se fueron porque sí creyeron verdaderamente? Me resta pedir perdón y volver a confiar porque no es fácil lo que viene; porque ya nos están buscando y no tardarán en hallarnos. 

Debemos protegernos con la mayor arma: La Palabra. Y defendernos, antes de que el príncipe que cayó se proclame aquello que no es. 

Solo fe.